El auditorio se queda a oscuras. El
sonido del vídeo no es bueno. Hay unos subtítulos en inglés, pero la letra es pequeña y poco nítida si no estás
sentado en las primeras filas. No importa. 180 adolescentes siguen el hilo de
la historia: una joven es secuestrada en plena calle, metida a empujones en una
furgoneta y conducida a una casa donde es golpeada, insultada y violada. Alguien
ya ha decidido su destino por ella: será una esclava sexual. El “periodo de
duelo” o de aceptación durará poco más de un mes. Las imágenes no son explícitas
pero son inequívocas. La sala está en completo silencio, no hay murmullos, ni
siquiera risas nerviosas. RESPETO.
En otro vídeo de apenas unos
minutos, escenas de “abordajes” en plena calle. En un barrio humilde una
persona se acerca a una chica o a un grupo y le ofrece un trabajo de uno o dos
días, un trabajo fácil, para promocionar una nueva bebida o cosas similares. Pero
es fuera de la ciudad, tienen que ir en una furgoneta y al día siguiente las
traerán de vuelta. La paga es tentadora. La escena se repite con distintas
personas. Sorprendéntemente, un número importante de chicas se arriesga y sube
a la furgoneta. Allí les entregan una tarjeta que les anuncia que han sido
víctimas de la trata de personas y están a punto de convertirse en esclavas
sexuales. Es una simulación, pero podría
haber sido real.
La lacra social de la trata de
personas y la prostitución es un hecho incontestable en el mundo entero.
También en Castilla La Mancha. La prostitución no se esconde. Los alumnos que
ocupan los asientos no tienen más de 16 años, pero los nombres de los clubes de
alterne cercanos ruedan por la sala de boca en boca.
Rubén, un trabajador social de
origen ecuatoriano, se mueve por los pasillos de la sala, crea un ambiente relajado,
habla con un lenguaje directo, cercano. Su público es exigente, seguramente
cansado de que les cuenten el rollo. Rubén capta toda su atención, lanza
preguntas, les provoca para que interactúen. Trabaja en IN GÉNERO (Interculturalidad y género), una asociación sin ánimo de lucro con
sede en Valdepeñas que lucha por los derechos sociales y sanitarios de las
personas que ejercen la prostitución en España. Su equipo de profesionales y
voluntarios trabajan directamente con las víctimas de trata y explotación acudiendo
a los lugares donde viven o trabajan y ofreciéndoles asesoramiento sanitario,
social y jurídico para que puedan conseguir la inserción socio-laboral. En su
mayoría se trata de mujeres, generalmente extranjeras y con dificultades
económicas y cargas familiares, que llegan a nuestro país engañadas con la ilusión
de un trabajo bien remunerado.
Los centros educativos y el Centro
de la Mujer de Herencia, al igual que asociaciones como In Genero, saben que el trabajo con las víctimas
es importante, pero aún lo es más la labor de concienciación social que
necesariamente debe llevarse a cabo entre los niños y los jóvenes. No se trata
sólo de avisarles del peligro de ser víctimas, sino de evitar que en un futuro
sean los sustentadores de este sórdido negocio.
La intervención de hoy con alumnos
de 4º ESO y 1º Bachillerato procedentes del IES Hermógenes Rodríguez y del
Seminario Menor Mercedario no ha sido una charla sin más, ni siquiera el
típico Power Point. Unos vídeos cortos, algunas estadísticas, una descripción
de la situación. Y después, buena parte
del tiempo se ha dedicado a contestar las preguntas de los chicos.
Un alumno pregunta: ¿Qué clase de perfil tiene la persona que
capta a las víctimas de la trata?
Salen a la luz las ya conocidas
mafias de la trata, pero también la figura del “lover boy”, un joven que enamora a una chica, se la lleva a
vivir con él a otro país y cuando las necesidades económicas empiezan a
agobiarles, la obliga a trabajar en la prostitución. No ha sido secuestrada ni
obligada, ha ido voluntariamente y vive con su “novio”, pero no es dueña de su
vida ni del dinero que gana. Su “novio” recoge el dinero y va ampliando su
negocio, distribuyendo “novias” entre distintos clubes y abandonándolas cuando
ya no le resultan rentables.
El ambiente se va animando y
llueven las preguntas del público:
¿A cuántas mujeres atendéis en
Valdepeñas y cómo las ayudáis?
¿Habéis tenido problemas con las
mafias?
¿Os han amenazado con un arma?
¿Conocéis todos los clubes de
Castilla La Mancha?
¿Cómo distingues si realmente te
están ofreciendo un trabajo o te están intentando engañar para captarte para la
prostitución?
¿Cómo saben los tratantes que
tienes necesidades económicas y que eres fácil de engañar?
¿Hay personas que ejercen la
prostitución por gusto?
Las personas con dificultades
económicas ¿entran en la prostitución voluntariamente u obligadas por alguien?
¿Trabajáis sólo en España?
¿Habéis conseguido rescatar a alguna
mujer de la prostitución?
¿Cómo te metiste a trabajar en
esta asociación con este tipo de problemas?
¿Qué pasa cuando una de estas mujeres
contrae una enfermedad de transmisión sexual o queda embarazada?
¿Por qué no se legaliza el
trabajo de estas personas haciéndoles contratos para que tengan unas
condiciones laborales dignas?
¿Es cierto que los jóvenes
acuden cada vez más a estos servicios de prostitución?
¿Funciona en España el modelo
holandés de mujeres expuestas en escaparates como mercancías?
¿Qué pasaría si las autoridades cerraran
los prostíbulos sin más? ¿Qué le pasa a este país? ¿Por qué no se hace nada?
(el lenguaje de la persona que lanza esta crítica es mucho más contundente y
arranca los aplausos de la concurrencia).
Uno de los profesores asistentes
reafirma la idea que Rubén ya había lanzado en su intervención: no hay que
buscar culpables fuera, los culpables no son las autoridades por no acabar con
esta situación, sino los clientes que mantienen el negocio demandando estos
servicios. Si en un futuro, ojalá cercano, desaparece la demanda, desaparecerá la oferta, se hundirá el
negocio.
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