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miércoles, 7 de marzo de 2018

ACTO DE INOLVIDABLES II: TEJIENDO LA RED DE LA IGUALDAD


Las 12:30 y nuestra sala de usos múltiples a rebosar. Vecinas y familiares de Agustina, antiguos alumnos, madres, padres y abuelos, y alumnos del Instituto. Todos hermogeneros, con ganas de vivir esta gala amable de Inolvidables II.


Manuel José Díaz-Pacheco presenta a las dos ponentes: Mercedes Romero Jiménez-Tajuelo  (Maestra y antigua alumna) y a su abuela María Díaz-Pavón Fernández-Montes. Ambas se enfrentan al auditorio variopinto comentando y comparando el modo de vida de las sociedades en desarrollo que ha visitado Mercedes con la vida de la España de los años 40 y 50 en la que ha vivido María. Estas dos mujeres unidas por su parentesco y su forma de ser abierta, comunicativa, espontánea, dulce y solidaria y separadas por el tiempo de tres generaciones, han sido capaces de mostrar la realidad de otras sociedades pretéritas y actuales donde la mujer está en otro escalón con respecto al hombre y la vida, en general, es mucho más dura.
Han discurrido antiguos juegos de niños (botones, pídola); trabajos duros e interminables de mujer, la casa, los hijos, el campo; las cartillas de racionamiento; el valor de la educación escasa o imposible.
Mercedes es contundente en su mensaje: Hay mucho que hacer en el camino de la igualdad, tenemos que reivindicarlo todos.

La segunda parte del acto corresponde a la galardonada Agustina Galán Molina-Prados. Después de una breve y sentida presentación de Manuel José Díaz-Pacheco, Agustina nos cuenta su vida con la serena alegría que siempre le acompaña. Actúa como entrevistadora y facilitadora de su exposición su sobrina María Eugenia Díaz-Pacheco. Y así asistimos a una vida de una muchacha que vino al mundo como la séptima hija de una familia de la Herencia de los años 40. De nuevo los trabajos en el campo y su prolongación en casa con las "cosas propias de mujeres". Los juegos de pequeña, la muerte de su hermana Dolores que la marcó con dolor, su noviazgo con su fiel Ramón, su boda con baile en el parque, el recuerdo luminoso de alegría del nacimiento de su primera hija, Pilar, las vecinas de su barrio, que más que vecinas son familia, su paso por la cantina del Hermógenes y la relación fraternal con todos los alumnos de entonces, que todavía la tratan como parte de su familia. Le hubiera gustado ser maestra de niños pequeños. Termina con un consejo para los muchachos de la sala: Que no haya discriminación entre chicos y chicas y haced caso a vuestros padres.
Termina el acto con la entrega de flores a las mujeres que han asistido y con una placa conmemorativa a Agustina, mujer que encarna el espíritu de unión de su familia.

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