Paraíso se puede definir de muchas maneras. Según el diccionario de la R.A.E.,
es el Jardín de las Delicias donde Dios colocó a Adán y Eva, punto donde empezó
la humanidad. También se puede definir como lugar hermoso y tranquilo en el
cual viven las almas justas tras la muerte gozando de una felicidad completa. Recurro
al término “paraíso” para referirme al Parque Natural de las Sierras de
Cazorla, Segura y las Villas, situado en la provincia de Jaén, que nuestros
alumnos de 1º y 2º E.S.O. visitaron los días del 23 al 26 del pasado mes de
abril.
Tras las interminables
curvas en autobús por la sierra, llegamos más allá del mediodía al Cantalar, alojamiento
rural en el pueblo de La Iruela en el que nuestros alumnos realizarían un curso
de inmersión lingüística en lengua inglesa. La primera sorpresa fue un
delicioso estofado de carne con verduras con el que nos recibieron los
monitores cálidamente. La segunda, para los alumnos, fue el ser conscientes de
que tanto los monitores, como las profesoras que les acompañábamos, únicamente les
hablaríamos en inglés, por lo tanto, debían esforzarse en utilizar esta lengua
vehicular si querían ser atendidos apropiadamente. La tercera y última
sorpresa, de la que ya estaban avisados, fue que sólo se les permitiría
utilizar el teléfono móvil durante una hora al día para centrarse en la
inmersión, que era el objetivo de participar en este campamento.
Los días pasaron
rápidamente. Los alumnos participaron en diversas actividades amenas como un
curso de cocina saludable y otro de plantas aromáticas para hacer jabones con
olor a lavanda. Otro día fueron de excursión por el bosque para aprender a
medir la edad y la altura de los pinos, y además jugaron en grupos in situ para
concienciarles de que el ser humano es una minúscula parte del gran ciclo de la
vida en el que cada ser vivo es imprescindible para que la cadena no se rompa.
Por último, aprendieron la letra de la canción escocesa “The Wild Mountain Thyme” que cantaron a capella varias veces al
son la guitarra española.
Las noches también
tuvieron su encanto. Los alumnos disfrutaron de juegos como el tradicional
escondite con linternas en la zona cercana del Cantalar, donde se buscaban unos
a otros emocionados por el misterio y cierto miedo que oculta la oscuridad.
Otra noche aprendieron la historia de algunas constelaciones importantes, como
la de las Osas Mayor y Menor. La última noche, a modo de despedida, tuvieron
una fiesta en la que bailaron sin parar, a la vez felices, pero también
melancólicos, porque la aventura se acercaba a su final.
El último día no fue
menos. Los monitores habían preparado actividades multiaventura como escalada,
tiro con arco y tirolina. Fue el punto y final perfecto para despedirse a lo
grande de este lugar mágico. Tras el cierre de estas actividades, hubo cierta
nostalgia y pena por parte de los jóvenes, pero que también los monitores y
nosotras, las profesoras, sentimos.
Nunca olvidaremos el olor a hinojo, pino, romero
(“rosemary” que tanto gustó a los alumnos…, el sonido del agua cayendo por la
sierra y las rocas, la melodía de las aves o
sonidos emitidos por animales escondidos como jabalíes…; todo mezclado
con diversión, aprendizaje, compañerismo e inmersión lingüística con la que los
alumnos se sintieron muy cómodos todo el tiempo. La paz que se respira aquí nos
inundó a todos los sentidos y nos hizo sentir pequeñitos en el corazón de
nuestra segunda madre, la Tierra. Sin ninguna duda, fue una aventura inolvidable y muy recomendable
de repetir en el futuro.
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